Nuestra estadía en la Chapada Diamantina no fue muy larga, pero sí muy intensa. Así lo exige esta región brasileña llena de rincones naturales para caminar y explorar. Sin duda, el trekking más duro que hicimos por la Chapada fue la que nos llevó a la Cachoeira da Fumaça por el Vale do Capão.
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El recorrido no es sumamente largo –entre cinco y seis horas en total- ni extremo –dificultad media- pero hacerlo casi todo bajo el sol, todo subida a la ida y todo bajada a la vuelta, cansa. Igualmente, la satisfacción de recorrer el sendero con la chapada como escenario y la adrenalina de colgarse del precipicio es superior a cualquier cansancio. Esos son los efectos deseados de la Cachoeira da Fumaça.
Recorrido hacia la Cachoeira da Fumaça
Salimos en excrusión desde Lencois a las 8.30 en la combi de CIRTUR . A las 9.30 estábamos en la entrada del Parque Nacional Chapada Diamantina cercana al poblado de Capão. En realidad, más que una entrada, es un puesto de fiscalización en donde te dan una breve charla informativa y de concientización sobre los incendios.
La entrada es gratuita –lo único gratis en toda la Chapada- y solo te piden registrarte con tus datos personales, hora de entrada y el recorrido que vas a hacer. Desde allí se puede hacer un sendero que va por arriba, el que hicimos nosotros, para ir y volver en el día y también otro de tres a cinco días que vas por abajo, pegado al río.
La entrada también es libre, es decir, que uno puede ir sin agencia ni guía, aunque no lo recomiendan porque hay lugares en los que uno puede equivocarse el camino aunque si el sendero está lleno de gente es cuestión de ir siguiendo el paso. Otra opción es contratar a uno de los guías del Parque que están ahí en la entrada ofreciendo su servicio. El trabajo que hacen de fiscalización y concientización no es remunerado, así que es otra forma de colaborar con el trabajo local.
La caminata a la Cachoeira da Fumaça (cascada de humo o algo así) empieza tranquila. Pero es un engaño. A los pocos metros comienzan las escaleras de piedra. Termina una hora y media después, con algunos intervalos planos. Toda esa parte la hicimos con el cielo bastante nublado; menos mal porque no hay árboles para refugiarse bajo la sombra.
Como fuimos con un grupo de ocho personas, el ritmo era variado y hacíamos paradas regulares para volver a juntarnos. No hay que perder de vista que las brasileñas tienen un concepto rebuscado de trekking: short de jean, calzado de suela lisa, labial y una pequeña cartera o minimochila para varios litros de agua que hay que llevar porque no hay nada para rellenar las botellas.
Obviamente, todo esa situación hizo la caminata bastante divertida y nosotros aprovechamos los momentos de espera para charlar despacio con los guías y hacerle nuestras preguntas de curiosos.
En uno de los puntos, ya a mitad del camino, teníamos la vista al Vale do Capão y al poblado que está cerca del Parque. Nos contaron que se empezó a conformar alrededor de la década del 80 cuando algunas familias se empezaron a instalar para llevar un modo de vida alternativo, alejado de la ciudad. Principalmente producen miel y café orgánico, que llegan a exportar, así que mal no viven.
El tema es que creció tanto que ahora el área rural de Palmeiras –el pueblo cercano- es más grande y tiene más habitantes que la zona urbana. Supuestamente, lo que siguen conservando de alternativo es la medicina.
El último tramo es sobre el llano y con más árboles así que mucho más ameno. Después de cruzar el arroyo con el agua rojo furioso llegamos al cañón. Ahí ya había bastante gente amontonada como asomándose al principio. Ninguno muy al borde porque sinceramente es impresionante.
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Efectos de la Cachoeira da Fumaça: solo se comprueban al llegar
Mariano suele tener miedo. Yo no. Me encanta acercarme al borde y “colgarme”. Esta vez, por primera vez, tuve algo de miedo. Una piedra suspendida en el aire más de un metro y abajo nada. Nada por 400 metros.
Hacia abajo y al costado, la Cachoeira da Fumaça: un salto de agua muy fino; tan poco caudal que casi no hay ruido. Pero el vapor de agua que flota forma un arcoiris. El espectáculo es visual.
Esa parte se hace con mucha calma. Los guías organizan a su grupo, los hacen hacer una fila, marcan hasta donde se pueden acercar y dan todas las indicaciones. Para acercarte y ver la Cachoeira da Fumaça te obligan a acostar y a gatear hasta el borde o hasta donde te animes. Si lo necesitás, te agarran de las piernas para que sientas algo de seguridad. Aunque vimos que los que llegaban sin guía se acercaban de pie y con bastante menos precaución que la recomendada.
La Cachoeira se ve únicamente si te acercás mucho –muchísimo- y si te asomás hacia el costado.
Es todo una ceremonia. Te acercás con la cámara, sacás algunas fotos. Te alejás un poco, le das la cámara al guía. El guía te hace posar como Superman y te saca más fotos. Después se aleja para tener otra perspectiva y saca más fotos. Ahí termina tu turno y lo mejor es tratar de buscar algo de sombra bajo un arbusto para almorzar y recuperarse del cansancio y la impresión.
Repito. Es la única vez que tuve miedo en un precipicio.
Con el almuerzo nos volvimos a sentir con un poco más de fuerza. La gente de CIRTUR se toma en serio la travesía: además de las botellas de jugo natural congelado nos dieron sandwiches de vegetales, farofa, granola, miel orgánica. Creemos que es una manera subliminal de decirte: “todavía falta la vuelta”.
Después del descanso, nos fuimos para el lado del morro que teníamos en frente. De ahí la Cachoeira da Fumaça se ve mejor. El agua que cae es muy poca así que con la altura y el viento nunca llega a tocar el piso. El viento la levanta, la hace volar y uno ve cómo se evapora con el sol del mediodía (o eso me imaginaba). En realidad, por algo le dicen fumaça (humo) porque más que bajar, el agua sube.
En ese momento el sol pega fuerte. Pleno mediodía y nada de sombra. Mucho calor y el agua disminuye. Pero quedan dos horas de bajada con el sol de frente así que es mejor racionarla. Sabemos por qué lo decimos.
Empezamos la vuelta pensando en que todo lo que subimos –las escaleras de piedras- lo vamos a tener que bajar. Pensamos en las rodillas, pobres rodillas.
Efectivamente fue así. El calor hizo la bajada muy pesada, algunos se terminaron quedando sin agua y muchos invocaron a “Nossa Senhora” y a “Meu deus” en más de una oportunidad. Por suerte, así la bajada fue entretenida.
Al llegar pasamos por el puesto de fiscalización del Parque Nacional Cachoeira da Fumaça y pusimos nuestra firma para que se quedaran tranquilos porque estábamos vivos. Es que realmente llegamos agotados, además de casi deshidratados y empapados de transpiración. Esos son los efectos no deseados.
Afortunadamente para nosotros fue el primer día de recorrido porque eso mismo después de varios días de aventura nos iba a resultar mucho más cansador. Así que nuestra recomendación es esa: hacerlo el primer día así el resto de los días que son más tranquilos pasa ser algo así como “trabajo regenerativo”.
Cómo ir a la Cachoeira da Fumaca
Si bien es posible hacer este recorrido por cuenta propia nuestra recomendación es hacerlo en un tour. Por un lado esto resuelve el traslado, que a menos que estés con auto propio, será algo que tenés que resolver. Por otro lado, y el más importante, el guía aporta información muy interesante sobre la región, además de que es un camino que por momentos se vuelve difuso y no está muy bien señalizado, por lo que hay chances de equivocar el camino.
Nosotros lo hicimos con la agencia CIRTUR, quienes dan un muy buen servicio en todo sentido. Con ellos hicimos gran parte de las actividades en la Chapada Diamantina. También existe la alternativa de hacer una reserva online para asegurarse el cupo con anticipación. Podés ver los detalles del itinerario y reservar en la página de Civitatis desde este enlace.
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- Chapada Diamantina para todos los gustos
- Un pueblo llamado Lençóis
- Espectáculo de color en el Morro Pai Inácio
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