NO DEJAMOS TODO
NOS TRANSFORMAMOS PARA HACER POSIBLE UN ESTILO DE VIDA ITINERANTE.
Después de los 30 años cambiamos nuestro estilo de vida. No dejamos todo ni empezamos de cero, sino que lo transformamos para que nos permita vivir viajando. Trabajamos a distancia y también en los lugares a los que llegamos para conectarnos con el entorno, por eso viajamos lento. Creemos en la comunicación y en los intercambios como generadores de oportunidades y a partir de ellos construímos nuestra vida itinerante.
Somos Marian y Camu; argentinos, compañeros, novios, pareja, convivientes y concubinos, entre otros rótulos que tenemos acumulados. Hace un tiempo estrenamos uno nuevo, el de viajeros.
Un poco de historia
Nuestras trayectorias se encontraron a principios de 2007 en los pasillos de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA) mientras cursábamos la carrera de Ciencias de la Comunicación.
Entre trabajos en grupo, grabaciones en estudios de radio y faltazos a clase por quedarnos a ver partidos de Boca en la Copa Libertadores, nos empezamos a conocer. Cursar una materia anual los viernes de 19 a 23 nos cambió la vida. Un mes después de que Boca ganara su sexta Copa, nos elegimos. Y así, desde mediados de julio de 2007, caminamos juntos.
Los proyectos en común empezaron con la planificación del primer viaje -a modo de vacación- a Perú (2009). El camino del Inca de cuatro días no fue fácil, pero lo hicimos con total naturalidad. Ahí nos dimos cuenta que ser viajeros en pareja era un desafío que queríamos encarar más seguido.
El proyecto de irnos a vivir juntos -y, principalmente, el ahorro que nos implicó- nos hizo posponer nuestro sueño de ser viajeros por un par de años. Por eso recién en 2011, con nuestro concubinato a punto de concretarse, nos fuimos a recorrer Salta y Jujuy, Argentina, en auto. Empezamos a sentir que dos semanas y algo más de vacaciones nos quedaban más que cortas.
En Buenos Aires ya compartíamos casa, cuando nos embarcamos en un proyecto de transformación llamado Zavaleteros. Compartimos muchas horas, durante casi cinco años, trabajando de manera voluntaria en esta organización social que en el Barrio Zavaleta lleva adelante un proyecto educativo.
En 2012, logramos tener tres semanas de vacaciones para concretar un viaje al que hacía tiempo le teníamos ganas. Se hablaba de que Cuba tarde o temprano iba a reestablecer relaciones con Estados Unidos, que toda iba a cambiar y nosotros, teniendo una oportunidad histórica, queríamos ir antes de que eso ocurra. Queríamos ser testigo de una realidad totalmente diferente a la nuestra.
Recorrimos más de 1000 Km en auto de La Habana a Santiago de Cuba y nos alojamos en casas de familias cubanas. Estas experiencias nos dió la pauta de que conocer los lugares a través la mirada de sus habitantes nos aportaba otra perspectiva de la realidad del lugar donde estábamos.
En tierra cubana empezaron las primeras charlas acerca de lo bueno que sería poder ser verdaderos viajeros, sin necesidad de viajar en períodos impuestos, además de conocer otras culturas de manera más profunda.
Poco más de un año después nos fuimos a Colombia (2013) en un itinerario que incluyó Bogotá, pueblitos del eje cafetero, Medellín, Tayrona y Cartagena. De ese viaje volvimos con dos certezas: Una era que no queríamos volver y la otra que en no mucho tiempo íbamos a transformar nuestra vida.
La realidad era que entre vacación y vacación al interior de cada uno sentíamos que queríamos hacer algo más con nuestra vida de lo que se suponía que teníamos que hacer.
Los cálculos de tiempo decían que antes de emprender el nuevo camino había que resolver algunas cuestiones. Teníamos que, entre otras cosas, terminar la facultad -la tan resistida tesina-, terminar de pagar el auto, encaminar el pago de nuestro hogar y, además, Camu tenía que terminar el tratamiento de ortodoncia ya que no podía irse con los brackets pegados en los dientes.
Mientras tanto -para no morir de angustia hasta que llegara el momento- nos embarcamos en un sueño que duró tres semanas: el Mundial Brasil 2014. En auto y sin poder creer cómo se iban dando las cosas, surcamos siete mil kilómetros de ruta en tierra brasilera (si, justo siete).
Tres días después de volver, y mientras festejábamos siete años juntos (si, justo siete), fijamos en un mapa la tan ansiada fecha: El próximo viaje sería El Viaje, el viaje de nuestras vidas, un viaje hacia el encuentro con otras culturas, otros estilos de vidas, otras prioridades y, también, un viaje hacia nuestro interior.
El 15 de marzo de 2015 tomamos un barco de Tigre, Argentina; hacia Carmelo, Uruguay. Ese día empezamos a construir un estilo de vida itinerante.
Te invitamos a compartir este viaje juntos, a que seas [email protected] junto a nosotros. No sabemos en dónde termina, si es que termina; pero sí sabemos que cuanto más gente nos acompañe, más interesante será.
Si querés saber un poco más de cada uno de nosotros podés seguir leyendo y conocernos con más detalle.
Si querés saber cómo hacemos para sustentar nuestro modo de vida itinerante podés consultar a la sección Proyectos de vida de viaje >
Camu
Soy Camila, oriunda del conurbano bonaerense. Soy fanática de las trayectorias y amante de los encuentros, hincha de Boca Juniors y adicta al helado; ando por la vida con los pies descalzos.
Me considero hija de la democracia porque nací un año después de la finalización de la última dictadura cívico-militar en Argentina. En septiembre de 1984, mis papás eligieron mi nombre porque meses antes -cuando todavía estaba creciendo en el vientre- fueron a ver al cine una película nacional llamada Camila. Una historia basada en hechos reales sobre un cura y una mujer de la aristocracia que se enamoraron y se fugaron perseguidos por las tropas de Juan Manuel de Rosas. Los fusilaron cuando ella estaba embarazada. Lo que no fusilaron fue la gran historia de amor, de lucha, de convicción.
Crecí subida a árboles de mora y pisando descalza el pasto de mi jardín, recorriendo Torcuato en bicicleta y a pie, entre infinitas charlas con mis amigas. Mamá, papá, dos hermanos; después un divorcio y otro hermano más. Definitivamente, mis hermanos y el chocolate son mi debilidad.
La infancia y la adolescencia transcurrieron en el mismo barrio tranquilo, el mismo colegio, el mismo grupo de amigos. Bastante poca emoción.
Después elegí la Universidad de Buenos Aires para cursar Ciencias de la Comunicación, primero porque quería ser periodista aunque esa idea la abandoné rápidamente –y afortunadamente- y decidí orientarme a la comunicación comunitaria (¿?). En esos años, encontré a Marian en un aula de la Facultad.
Trabajaba en un organismo del Estado (sí, era empleada pública de planta permanente). Durante seis años en el área de Prensa y Comunicación Externa, donde aprendí mucho y entendí que no era lo que quería para toda mi vida. Necesitaba un cambio y pedí el pase al área que trabaja en programas de Seguridad Social en pueblos indígenas. Era un trabajo que me motivaba y entusiasmaba porque viajaba y conocía formas de vida y cotidianidades totalmente diferentes a la mía.
Las vacaciones no faltaron nunca, y en cada viaje nos embarcábamos en la aventura de conocer lo más posible en tan solo 15 o 20 días. En cada vuelta, la sensación era la misma: que gran experiencia la de conocer otras cotidianidades y que poco saludable es tener que hacerlo a las apuradas y en unas pocas semanas al año.
En el mientras tanto, durante cuatro años, fui voluntaria en una organización social –Zavaleteros– como tutora pedagógica y como comunicadora. Otra experiencia que expandía mis horizontes y transformaba mi forma de ver y entender lo que pasaba a mi alrededor.
En todos esos años sentía, por un lado, que hacía lo que se suponía que había que hacer: Estudiar una carrera universitaria y trabajar, noviar y convivir, endeudar (me) y pagar.
Por el otro lado, sentía que todas esas experiencias -producto de mis elecciones- marcaban un nuevo camino (que nadie a mi alrededor se imaginaba que iba a tomar). El camino de la transformación, de la desestructuración, de las incertidumbres y de los desafíos impensados.
Así llegué a los 30, con la convicción de querer transformar mi estilo de vida, a través de los viajes, la comunicación y el intercambio.
¿Leíste el perfil de Marian? Conocelo a él también.
Marian
Mi nombre es Mariano. Nací en Buenos Aires en enero de 1983. Soy hincha de Boca y fanático del deporte en casi cualquiera de sus expresiones (aunque reconozco que el golf me aburre). Ese fanatismo fue mutando de la práctica variada a la observación casi no participante.
Desde muy chico disfruté viajar, desde campamentos escolares a menos de 50 km de mi casa, hasta viajes a miles de kilómetros, con mi familia, solo, con amigos y los últimos con Camu.
Los regresos de los viajes siempre me resultaron muy duros, casi traumáticos. Llorar, luego de volver, incluso de un fin de semana largo de la costa, es algo que me ha pasado varias veces cuando era chico. Después intenté convencerme que no tenía que ponerme mal si volvía de disfrutar un buen viaje. No lo logré del todo aunque ya de más grande no volví a llorar por eso. Creo que una buena manera de combatir ese vacío es sentirse siempre viajando, así que en eso estamos.
Me gusta ir siempre por caminos diferentes, a pie, en auto o como sea. Me aburro cuando siento que lo que me rodea ya lo conozco demasiado. Por eso siempre que puedo voy cambiando los recorridos hacia lugares que frecuento.
Desde que recuerdo, todos mis intereses, además del deporte, rondaron entre la comunicación y el diseño. Siempre me sentí cómodo en el mundo de las ciencias sociales, aunque no siempre traduje eso en acciones. Un poco vago para leer, y recién hace pocos años soltándome de a poco a escribir, creo que durante un tiempo me costó aceptar mi empatía con las ciencias blandas. Desde mi estructura (¿estructurada, estructurante?) las consideraba una dimensión de conocimiento de poca monta, al lado de ciencias duras como la economía, la matemática o la ingeniería. Un iluso.
Mientras me hacía cargo de esta situación me formé como Diseñador multimedia (sin título, por un par de materias) y Comunicador (con título, por muchas materias)
En mis comienzos laborales trabajé como diseñador y programador web. Con el tiempo me fui metiendo cada vez más en publicidad, más específicamente en publicidad digital. Mis últimos trabajos fueron en agencias en las que participé del armado de campañas publicitarias y de comunicación.
Exploré el trabajo voluntario como una manera de transformar una realidad que me resultaba injusta, aunque no precisamente para mi, que siempre estuve del lado cómodo de dicha injusticia. Me di cuenta que no es posible transformar una situación (cualquiera sea) si no se hace algo al respecto. Pero también me di cuenta que se puede transformar una situación si se actúa, sobre todo de manera colectiva.
Me considero un estructurado en permanente proceso de desestructuración. Por eso trato de mover mis límites, mis limitaciones, de poner a prueba los preceptos con los que me muevo y con los que se mueve la sociedad en la que vivimos. Como parte de ese proceso me fui dando cuenta de que en los últimos años de mi vida me encontraba muy encasillado, haciendo cosas que no disfrutaba, muy preocupado por cuestiones que realmente no me preocupaban, pero como se esperaba que me preocupen, me preocupaban.
Llegó un momento de mi vida en el que quiero vivir nuevas experiencias, a conocer nuevas culturas, nuevos modos de vida, otras lógicas, otros pensamientos. Quiero nutrirme de otras personas, de otros lugares. Creo que la libertad está muy relacionada con las opciones. Quiero salir para conocer más de esas opciones para tener una vida en la que me encuentre muy a gusto. Quiero, como sugiere Galeano, primero perderme para volverme a encontrar. Y ahí vamos.