La metáfora de escaparse de la ciudad suena a un cuento futurista donde la Avenida Gral. Paz sería algo algo así como una muralla vigilada por sistema de video inteligencia que impide a los ciudadanos salir por lo que cruzarla es imposible. Pero en esa ciudad, el Río de la Plata es la puerta a la libertad. Allí no hay cámaras, está el horizonte y del otro lado una realidad diferente. Si sentís que Buenos Aires a veces te asfixia una de las grandes soluciones es hacer una escapada de fin de semana a Uruguay.
En Uruguay hay varias opciones y para todos los gustos: un pueblo pintoresco y tranquilo como Carmelo, la famosa Colonia del Sacramento con su insignia de Patrimonio Mundial de la Humanidad y Montevideo, con toda la oferta de una ciudad capital y la tranquilidad de un pueblo.
Carmelo
Carmelo es muy famoso entre la comunidad náutica. Lo sé porque de adolescente me fui de vacaciones allá con la familia de una amiga que tenía un velero. En verano, el atracadero del camping Náutico está lleno de embarcaciones de todos los tamaños y modelos, la mayoría argentinos. Para los que no cuentan -como nosotros- con este tipo de movilidad, Carmelo es un gran opción si disfrutan la playa de río y los deportes náuticos.
Es un pueblo sencillo que tiene vida en verano y después del Carnaval muere y resucita, obvio, en Semana Santa -aunque solo por esos días.
Es un pueblo sencillo y rústico, ideal para ir con la carpa -si no tenés yate, claro-. Ambos campings -El Municipal y el Náutico- están frente a la playa Seré, mágica playa sobre el inicio del Río de la Plata que tiene la particularidad de tener muchos árboles, por lo que en días de sol intenso se encuentra fácil resguardo. Como si fuese poco te regala atardeceres de todo tipo: detrás de la escollera, entre árboles, sobre el río.
Si además de la carpa, subís las bicis a la Cacciola, el plan se vuelve mucho más interesante porque podés alejarte un poco del pueblo hacia los viñedos de la Familia Irurtia y las antiguas canteras que aparecen escondidas entre los arbustos y árboles por esa zona.
De las Canteras del Cerro Carmelo todavía se extrae granito gris. Aunque tuvo mucha producción durante fines del siglo XIX y principios del XX cuando se extrajeron toneladas de piedra para hacer millones de adoquines que se mandaban para Buenos Aires, Argentina, y para los cordones de las calles de Carmelo.
En la Bodega Irurtia, además de comprar vinos, se puede coordinar una visita guiada para conocer el museo y la cava.
Hoy, algunas de esas canteras están inundadas y tienen una profundidad de hasta 40 metros. Los folletos de información turística dicen que muchos argentinos van a hacer buceo a esas canteras.
Al contrario de otros pueblos, donde toda la actividad se desarrolla alrededor de una plaza principal, en Carmelo hay dos plazas. La Plaza Independencia es el centro de la zona comercial: la heladería, dos restaurantes, dos puestos de comidas callejeras, dos bancos, dos quioscos. Y la iglesia. La otra plaza principal, más antigua, es la Plaza Artigas, frente al museo y archivo parroquial del Santuario del Carmen. Es el antiguo centro del pueblo.
En la Casa de la Cultura Cnel. Ignacio Barrios, una casona colonial con pisos de madera y un aljibe en su patio, funciona la oficina de información turística (Lugares que siempre recomendamos visitar como uno de los principales “Consejos para visitar lugares turísticos“). Además de talleres y exposiciones temporarias, cuenta con una sala museo con objetos que reconstruyen la historia del pueblo.
La Rambla de los Constituyentes es un paseo peatonal al borde del Arroyo las Vacas, cerca del famoso puente giratorio: gira sobre sí mismo haciendo eje en la plataforma del medio, y así pueden pasar los barcos como lo hacen con los puentes levadizos.
Si querés leer más sobre Carmelo, escribimos una nota exclusiva sobre nuestro paso por ahí. Podés leerla en Carmelo: Crónica de nuestros días en el lugar más esperado.
Colonia del Sacramento
Cruzar la puerta de la muralla de Colonia del Sacramento por el puente de madera es como introducirse en un túnel del tiempo. Su nombre, incluso, es redundante. Caminar por Colonia es transitar claramente una ciudad colonial.
Recorrer el barrio histórico –porque no todo es colonial en Colonia del Sacramento- es caminar por calles, callecitas y pasajes de adoquines; introducirse a una ciudad amurallada, encandilarse con los faroles y maravillarse por los colores de las fachadas de las casas –y también con las flores que se trepan por las puertas y ventanas-.
Pero además de la arquitectura y de los elementos hay un ambiente o clima particular que esa construcción genera en el lugar. Ya lo dijimos. Cruzar la puerta es como cruzar un portal. Es imaginarse a los carruajes, a las mujeres con vestidos, a los vendedores ambulantes, al ejército español o al portugués (depende de los años a los que nos traslademos), a los mulatos, a los mestizos; a todos interactuando en las calles.
Además, los nombres de las calles refuerzan esa sensación de haber retrocedido en el tiempo. Calle De Los Suspiros, Del Comercio, De las Flores y De la Playa son algunas por las que caminamos. No remiten ni a próceres, ni a batallas por la independencia ni a fechas patrias.
No hay camino predefinido. Hay que dejarse llevar por los colores. Ir hacia el río, subirse a los restos de la muralla –el Bastión de San Miguel-, avanzar hacia la Plaza Mayor, ir y venir por las calles, ingresar a los museos, sentarse en los bancos de las plazas a tomar unos mates, sacar fotos a los faroles, a las puertas y a las ventanas, descansar en alguna de las mesitas que los locales de café tienen al aire libre.
Alrededor de la Plaza Mayor están los artesanos, el Museo Municipal y las ruinas del Convento de San Francisco Javier, una construcción del Siglo XVII. De este, actualmente solo quedan en pie algunas paredes, muy anchas y de piedras grandes, con las aberturas de lo que habrán sido las ventanas. A fines del 1800, construyeron ahí el faro.
Frente a la Basílica del Santísimo Sacramento está una pequeña Plaza de Armas. Allí intentaron reconstruir la disposición de lo que fue la casa del gobernador a partir de los cimientos (lo único que queda, aunque no en pie porque están debajo de la tierra). Hay que esforzarse y ser verdaderamente imaginativo para hacerse la idea de cómo era la casona. Vale la pena el intento.
Aunque uno se maravilla con el interior del barrio, no hay que olvidarse que Colonia del Sacramento está emplazada sobre el río. De hecho, si no fuera así, probablemente no habrían construido una muralla para defenderse de quienes llegaban en los barcos. También recomendamos asomarse a la costa e imaginarse a los navíos venir.
El recorrido por toda la costanera es para disfrutar del Río de la Plata y para animarse a descansar un rato sobre las piedras. El camino por la costa te lleva hasta el puerto de Yates desde donde se aprecia el edificio del Teatro Bastión del Carmen –la chimenea hace juego con los mástiles de los veleros-.
Tenemos una nota con más detalle sobre Colonia. Léela acá.
Montevideo
La imagen que tenemos guardada de Montevideo es la de una ciudad capital que no colapsa, no desborda de gente, no se atasca por el tránsito. Por eso entra en la lista de lugares para escaparse un fin de semana de Buenos Aires. Además, por supuesto, porque tiene el encanto de mirar al Río de la Plata.
Nuestro itinerario por la ciudad estuvo focalizado en tres zonas: La Ciudad Vieja, el Centro (la nueva y moderna ciudad) y los barrios de Pocitos y Punta Carreta, una zona residencial desde donde se disfruta la rambla.
La Ciudad Vieja
La Ciudad Vieja es el antiguo centro donde predomina la arquitectura de la época colonial y de los primeros años posteriores a la independencia. Aquellas construcciones que están en buen estado pueden trasladarte a esa época en un instante. Las que no lo están pueden hacerte pensar que la ciudad sufrió algún tipo de saqueo pirata. Afortunadamente esta última escena, no predomina y son muchas las atracciones que tiene Montevideo para experimentar con todos los sentidos.
Un posible recorrido por la Ciudad Vieja es comenzar en el Teatro Solís, una imponente construcción del siglo XIX en la que se ofrece una muy cálida y original visita guiada. Toda la información sobre días y horarios la encontrás en https://www.teatrosolis.org.uy/home.
Después recomendamos cruzarse a la Plaza de la Independencia, sacarle unas fotos a Don Artigas en su caballo e ingresar “oficialmente” a la Ciudad Vieja por la Puerta de la Ciudadela. Ahí comienza la peatonal Sarandí, en la que hay varios comercios, lugares para comer, algunos puestos callejeros de venta ambulante -artesanías, libros- y muchos oficinistas.
Sería algo así como la Florida del microcentro porteño, con la diferencia de que a los 10 minutos de caminata, llega un punto en el que parece que la capital se transformó en pueblo. Es cuando Sarandí se cruza con otra peatonal, Pérez Castellano. En esa intersección es bueno hacer un paneo y, aprovechando lo elevado de la zona, buscar al Río de la Plata que aparece entre las calles.
Al tomar Pérez Castellano hacia la derecha, van reapareciendo los rastros de “Capitalosidad”, aunque por esta peatonal todo parece un poco más pintoresco. Esa impresión se termina de confirmar al llegar al Mercado del Puerto. Si mínimamente te gusta la gastronomía, no podés dejar de dar una vuelta por este gran galpón rectangular de techos altos -estructura típica de mercado- y emplazado a metros del río.
El Mercado del Puerto es algo así como un gran patio de comidas en donde las múltiples parrillas se disputan la elección de los turistas. La estructura de barra al paso y parrilla exuberante predomina y las mesas se confunden en los espacios comunes. La clara orientación turística del mercado se nota en la abundancia de promotoras ofreciendo el mejor menú, la mejor promoción, la mejor ubicación y, en consecuencia, en la cantidad de extranjeros que escuchamos al caminar. El rasgo local se encuentra en la barra, en la que oficinistas se cobijan al cortar su rutina con un choripán. También en los locales periféricos que ofrecen menús más baratos a cambio de una decoración bastante menos suntuosa.
Pegado al Mercado se encuentra otra parada obligada de Montevideo: el Museo del Carnaval. Los grupos teatrales (murgas, humoristas y parodistas), los corsos y desfiles y los bailes son las principales formas en las que se expresa el Carnaval en Uruguay. La calle o el “tablado” son los escenarios principales. La muestra permanente incluye un repaso histórico del carnaval en una presentación interactiva, la exposición de los trajes de los diferentes personajes.
El Centro
Otro de los paseos típicos de la capital Uruguaya es la visita al Palacio Legislativo. En el camino por la Avenida Lavalleja uno puede ir parando y levantar la cabeza para ver el Parlamento que se encuentra imponente al final del recorrido. Mucho mármol extraídos de canteras nacionales, vitraux, murales, esculturas, que se aprecian mientras se camina por alfombras rojas y se suben y bajan escaleras.
Por esa zona del Centro también es interesante visitar el Mercado Agrícola de Montevideo, restaurado y reinaugurado en 2013. Como su nombre lo indica allí los montevideanos van a comprar frutas y verduras, aunque también hay carnicerías y pescaderías, y algún que otro local de flores y un patio de comidas. Además funciona como sede de espectáculos culturales.
La Rambla
Para un porteño y para una bonaerense es extraño pensar que el Río de la Plata puede tener tanto protagonismo en la identidad de una ciudad. Por lo menos en Bs.As. no lo tiene.
Si hay algo que nos llevamos grabado de Montevideo son los atardeceres sobre el río -más azul que marrón-, los parques de la costanera y la gente disfrutando en ese entorno. Nuestra visita fue a comienzos del otoño y el clima ya no invitaba a meterse en el agua, pero no costaba mucho imaginar las playas llenas de familias y grupos de amigos.
La rambla que nosotros caminamos fue la de los barrios de Pocitos, Punta Carretas y Parque Rodó. Nos dedicamos a sentarnos a mirar el río y el sol escondiéndose en el horizonte -ya sabemos que es el efecto visual, pero queda bien decirlo así-. La gente local hace más o menos lo mismo, aunque muchos lo hacen caminando, corriendo, andando en bici, patinando, paseando a los perros o hasta parapente a motor.
Otros puntos interesantes para visitar de Montevideo son: el Fuerte, el Parque del Prado, las ferias que abren el fin de semana, las playas para disfrutar del verano, el mítico estadio Centenario. Pero sabemos que, estando en Buenos Aires, es cuestión de cruzar el charco para volver a mirar al Río de la Plata de frente como lo hace la capital del Uruguay.
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Sin duda la rambla de Montevideo tiene unos paisajes hermosos en todo momento del dia y el atardecer en verano son para unas fotos, mates y bizcochos para recordar siempre.
Saludos y muchas gracias por visitar mi Pais.
Así es, inolvidable! Ojalá podamos volver pronto
Muy interesante y completo el artículo. Felicitaciones!
No hay duda que viajar a Uruguay por el fin de semana es una muy bonita escapada. Principalmente en verano donde podremos disfrutar de sus playas.
Mi lugar preferido de Uruguay? La rambla de Montevideo es magnífica. Del otro lado del charco los envidio. Además la gente es muy amable.
Sin lugar a dudas ni bien pueda volveré
Amamos La Rambla y su gente. ¡Gracias por compartirnos tus impresiones! ¡Abrazos!