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Caacupé, la capital espiritual de Paraguay

Antes de ir a Paraguay, era común escuchar a las personas con quienes nos cruzábamos preguntarnos cosas como: “¿Qué hay para hacer en Paraguay? ¿Qué hay para conocer? ¿Hay algún atractivo?” Aunque no sabíamos qué responder, no eran cuestiones que nos preocupaban. Estamos en la búsqueda constante, algo íbamos a encontrar. El proyecto de vida itinerante que emprendimos no se trata de visitar los lugares por algo en particular para ver o para hacer, sino porque queremos ser parte de ese lugar y conocer a su gente, su historia, su cultura, sus costumbres. Es un viaje de aprendizajes de primera mano.

Una vez en tierras guaraníes -y de Nivaclés, Ayoreos, Enlhet entre otros pueblos originarios- lo que sí nos preguntamos fue cómo empezar a conocer un país del que tan poco sabemos. Después de estar unos días en Asunción donde nos refugiamos en las típicas actividades turísticas capitalinas, decidimos viajar hacia otros destinos menos conocidos -por nosotros- y menos explotados por el turismo convencional. Evaluamos alquilar un auto en Hertz, pero finalmente optamos por movernos en trasporte público.

Aunque Paraguay tiene mucho trabajo por delante para desarrollar el turismo en general, tiene bien definido un circuito de turismo religioso; una categoría determinada, claramente, por aquello conocido como la Fe. En nuestro caso, fue la curiosidad la que nos movilizó hasta Caacupé. Ni la Iglesia Católica ni el Vaticano ni el Papa Francisco nos producen mayores sensaciones. Pero no desconocemos la relevancia política que tienen a nivel mundial.

De hecho, nos cuesta ser indiferentes cuando vemos a tantas personas felices y esperanzadas por ver a un Papa que reivindica -por lo menos en el discurso- derechos generalmente relegados en las agendas de muchos líderes políticos. Más, cuando pide disculpas por los crímenes cometidos por la Iglesia a los pueblos originarios en nombre de Jesús durante la mal llamada Conquista de América.

La dimensión de la fe y la creencia la percibimos en Paraguay, especialmente en Caacupé que estaba revolucionada por la inminente llegada del Papa Francisco.

A lo largo de nuestro recorrido por América, vamos comprobando la enorme fe religiosa existente. Paraguay no solo no es la excepción sino que podemos decir que es uno de los pueblos más religiosos que conocimos. Que la capital del país se llame Asunción -en referencia a la entrada al cielo de María- es solo una confirmación de esto.

Sin embargo, la capital religiosa y espiritual de Paraguay no es Asunción, sino que es Caacupé, que queda a 55 kilómetros y cada 8 diciembre celebra el día de la Virgen con miles y miles de fieles que peregrinan desde todo el país.

Nuestra peregrinación hacia allí fue en mayo. Menos de 24 hs horas nos alcanzaron para recorrer el centro de la ciudad, sus plazas principales y obviamente el Santuario de la Virgen y la basílica. Definitivamente, Caacupé es una ciudad que está preparada para recibir gente por incluso por menos de 24hs. Por eso se ven más ofertas de baños en alquiler que de hospedaje.

La basílica obviamente es el centro y punto de referencia. En frente tiene una plaza de más de una cuadra de 100mts. cuyo objetivo es albergar a los fieles que van año a año. Hay indicaciones en el suelo y en los árboles del tipo “Silencio lugar santo”. Dicha plaza, además de recibir el 11 de julio de 2015 a Francisco, tiene en su currículum haber recibido en 1988 al Papa en funciones en aquel momento, Juan Pablo II.

Alrededor de la plaza se encuentra toda la oferta hotelera de la ciudad. Visitamos desde un hotel 4 estrellas hasta hospedajes monoestrella, todos ambientados debidamente con imágenes religiosas. Los precios de las habitaciones varían según si cuentan con aire acondicionado o no. En Caacupé en verano puede hacer 40°C por lo que nos daba escalofríos el solo pensar lo que puede llegar a ser estar un 8 de diciembre allí. La visita de Francisco se da con unos invernales y mucho más agradables 18°C.

Obviamente nos decidimos por el hotel más barato que encontramos, ubicado a una cuadra de la Basílica y, para nuestro asombro, tenía bidet -intuimos que por acción misericordiosa de la virgen-. Éramos los únicos huéspedes de un hotel de 25 habitaciones que en fechas religiosas se llenaba a tope.

Enfrente teníamos el “patio de comidas” a cielo abierto, que es el punto por excelencia en donde los peregrinos desayunan y almuerzan en temporada alta. Nosotros apenas lo vimos con algunos puestos en funcionamiento principalmente a la mañana.

Además del patio de comidas, en toda la zona hay variadas ofertas gastronómicas. Desde puestos ambulantes de chipá y sopaipilla hasta un Burger King, pasando por locales de churrasco a las 7 de la mañana.

La sorpresa nos la llevamos cuando pese a la cantidad de lugares para comer que había nos resultó muy complicado encontrar uno para desayunar algo amigable a estómagos madrugados. Fuimos a varios lugares diferentes en donde solo había salchichas, sándwiches de lomo y cocido (mate cocido). El Burger King estaba cerrado pero gracias a Dios en un lugar rescatamos un café con budín.

Además de los hospedajes, los baños en alquiler y los restaurantes se destacan los comercios. Los alrededores de la Basílica están llenos de locales en donde se vende prácticamente de todo. El local típico es una suerte de “Todo x 2$” religioso en donde se encuentra una amplia variedad de artesanías y merchandising espiritual. Los termos y porta tereré con la cara de Francisco eran los que más se veían.

Nuestra visita a la ciudad fue dos meses antes de la visita del Papa a Paraguay. La llegada próxima de Francisco era evidente.

La entrada principal de la Basílica estaba cerrada porque se estaban realizando trabajos de restauración. Después de subir las escalinatas y ver una reja -cerrada-, candados y gente rezando desde ahí, nos desilusionó de inmediato. No podíamos creer haber viajado hasta allí para verla únicamente desde afuera. Pero el “cerrado por obras” no nos inmovilizó.

Mientras veíamos cómo un señor subía las escaleras de rodillas dimos la vuelta a la basílica en busca de un “puesto de información”. En su lugar encontramos la Secretaría Eclesiástica, pero estaba vacía. Justo era horario de misa -que había empezado en la capilla auxiliar, obviamente.

Afortunadamente -o por obra y gracia del Señor- el personal de seguridad estaba allí para ayudarnos. Amablemente nos indicaron que para ir al mirador y ver a la Virgen teníamos que simplemente salir y dar la vuelta.

Efectivamente, a la vuelta está la entrada secundaria. Aunque en realidad es la entrada principal al Santuario de la Virgen de Caacupé, la figura está a pocos metros. La otra entrada, la principal, la de las rejas, es la de la iglesia, donde está el altar.

La secundaria es una entrada chiquita; la entrada de atrás pero no por eso menos importante. El personal del Santuario había improvisado unos carteles a mano indicando que el ingreso no tenía costo aunque había que pagar Gs. 2000 (guaraníes) -algo así como u$s 0,40 – si uno quería ir al mirador.

Nos acercamos al Santuario para ver qué había con la cámara de fotos en mano. La sensación de faltar el respeto a quienes estaban allí rezando, llorando, pidiendo o agradeciendo, nos hizo dar media vuelta y encarar hacia la salida. Pero la Virgen nos detuvo antes de cruzar la puerta.

En realidad fue la señora encargada quien nos regaló una estampita con la imagen de la Virgen Nuestra Señora de los Milagros  de Caacupé y una oración. Desde ya, la aceptamos y la guardamos.

Tan solo unos segundos cerca del Santuario no justificaban el viaje hacia la capital espiritual de Paraguay. Así que decidimos pagar los Gs. 2000 y acceder al mirador. Después de subir una escalera caracol con capacidad para una persona -o subiendo o bajando- llegamos a una pasarela circular desde donde se ven todos los puntos de la basílica.

Nosotros vimos a los obreros refaccionando, reparando, restaurando y pintando la iglesia. Es obvio que el Papa no visita Caacupé todos los días por lo que había que dejarla lo más embellecida posible para recibirlo, así como a todos los fieles que se van a hacer presente.

También desde ahí arriba vimos, sin sentirnos desubicados, cómo hombres y mujeres se acercaban al santuario, apoyaban las manos en las huellas grabadas en la piedra, cerraban los ojos y pasaban varios minutos allí, junto a la virgen.

En ese lugar nos animamos a sacar la cámara de fotos e entrometernos en la vida de esas personas, aunque nunca lo vayan a saber. El zoom de la cámara nos permitió ver sus gestos, incluso sus emociones. No podemos decir que no los entendemos. Pero es algo que hoy a ninguno de los dos nos pasa.

La imagen se complementaba con las palomas volando de un punto a otro de la basílica y la luz del sol atravesando los vitrales. Toda una experiencia religiosa.

El circuito continúa algunos pisos más arriba. Camino al mirador hay unos murales que grafican la historia del indio José, quien experimentó la aparición de la virgen.

La leyenda cuenta que un carpintero guaraní, convertido al catolicismo, estaba en el monte juntando madera cuando es descubierto y perseguido por un grupo de indígenas mbya, que según dicen estaban contra la evangelización. Entonces prometió a la Virgen tallar una imagen para adorarla en caso de salir con vida. Parece que la virgen apareció y le dijo ka’a kupé, que en guaraní significa “detrás de la yerba”. Por lo que José se escondió entre los arbustos y regresó a su comunidad con la tarea de tallar en el tronco del árbol que lo ocultó la imagen de la virgen que lo había salvado.

Sinceramente, la historia que sigue resulta muy confusa para nosotros. Sabemos que hubo peleas por dónde construir un oratorio para la Virgen, sabemos que hay dos figuras -una grande y una pequeña, sabemos que hubo una inundación en la comunidad y la escultura de la virgen se perdió. Pero por más que leímos cada una de las descripciones que acompañan los murales, nos cuesta reproducir cómo es que esa historia culmina con la fundación del pueblo de Caacupé, la construcción de la basílica y de un santuario como símbolo de la devoción.

Posiblemente se debe a que la narración que acompaña a los murales nos pareció agresiva. En líneas generales, contaba cómo el hombre blanco y católico llegó a esas tierras y orientó y guío al ignorante hombre guaraní que siempre y cuando siguiera los consejos religiosos iba a estar bien. Visión no sólo alejada de la realidad, sino también de una violencia simbólica indignante.

El recorrido termina en el mirador, es decir en la terraza de la iglesia, desde donde se aprecia todo Caacupé y las sierras cercanas. Allí también los obreros trabajaban a contrarreloj, colgados en arneses, para embellecer la basílica.

Pese al rechazo que nos generaron los murales debemos confesar que la iglesia, como edificio religioso, nos dejó una buena impresión, sobre todo en el interior. En comparación a las iglesias que estamos acostumbrados a ver, esta es de las más sencillas que vimos. Ni mucho oro ni tanta ostentación.

A menos de dos meses de la llegada de Francisco a Caacupé, fuimos testigos de todos los preparativos. La ciudad se preparaba para una fiesta de más de un millón de personas. Sin dudas su presencia es un hito importante para la ciudad, además esto está potenciado por lo que representa este Papa en particular para los paraguayos. La relación de Francisco con el Paraguay queda ejemplificada en la frase que dijo en 2010, siendo Arzobispo de Buenos Aires: “Ustedes saben que en toda América la mujer paraguaya es la más gloriosa y no porque haya estudiado más que otras. Supo asumir un país derrotado por la injusticia y los intereses internacionales (en alusión a la guerra de la Triple Alianza), y ante esa derrota llevó adelante la Patria, la lengua y la fe. La Virgen, al tomar la ciudadanía paraguaya bajo el nombre de los Milagros de Caacupé, nos dice que también está dispuesta a ayudarnos a llevar adelante la Patria, la lengua (la cultura) y la fe. Por eso, Ella es doblemente gloriosa: por ser la madre de Dios y por ser paraguaya, así que lo menos que se merece es un aplauso.”¹

¿Por qué nosotros decidimos ir a la capital espiritual de Paraguay? Para estar presentes en el lugar que condensa la devoción del pueblo paraguayo por la Virgen.

No obstante, la religiosidad es evidente en el día a día: se observa en las frases de los colectivos, en los murales callejeros, en los libros de historias y en las conversaciones con la gente.

No sabemos si es una paradoja de la modernidad que Paraguay sea uno de los países de mayor porcentaje de católicos del continente americano y, al mismo tiempo, uno de los pocos que reconoce a una de las lenguas originarias de su territorio como idioma oficial. Quizá, esa victoria cultural (la de la vigencia del guaraní) resultó posible por el sincretismo -muchas veces violentamente impuesto- de la espiritualidad originaria con la católica.

Virgen de Caacupe

Son cuestiones que seguimos analizando aunque no profesamos ninguna religión, ni creemos en ellas; ni siquiera en la existencia de algo superior con nombre propio.

Evidentemente, experiencias como la vivida en Caacupé nos hacen reflexionar nuestras creencias. Creemos en la capacidad de las personas de transformar su vida, su realidad y su entorno. No somos ingenuos optimistas y sabemos que si el entorno y los contextos son desfavorables cambiar es muy difícil. Sin embargo, cuando muchas voluntades se unen la transformación de la realidad se torna viable, incluso en contextos desfavorables.

Cuando las personas canalizan su energía transformadora a través de una creencia que los empuja y les da fuerzas para seguir, es cuando la religión, a nuestro entender, se torna un buen aliado y un vehículo para la acción. Obviamente esto lo decimos desde afuera, porque para canalizar energía a través de la religión hay que creer en un dios y nosotros no creemos. Que Dios y la Virgen nos perdonen.

Clave de lectura: Las invocaciones divinas del tipo “si Dios quiere”, “gracias a Dios” en las conversaciones cotidianas nos resultan interesantes de analizar. En esta nota recurrimos a ellas porque queremos llamar la atención sobre aquellas enunciaciones que dan cuenta de la pregnancia que tiene la religión en nuestra cultura.  Amén.
¿Cómo llegar a Caacupé?
Desde Asunción se puede llegar con un sólo colectivo de línea por la Ruta 2. Las empresas que hacen ese recorrido son Caacupeña S.A. y Villaserana S.R.L y salen desde la terminal de Asunción con una frecuencia regular.
El viaje dura aproximadamente 1.30hs, y son 55 km de recorrido en el llamado Circuito de Oro, pasando por otras ciudades conocidas como San Lorenzo, Capiatá, Itaguá e Ypacarapí.

¹Sitio web http://www.santuariovirgendecaacupe.com/

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Comentarios (4)

Hola,

Jo fa anys que vui viatjar a Paraguai perquè és el lloc on vaig néixer i li tinc molta compassió.

M’agrada com us expliqueu, mentre llegia el vostre blog, em sentia com molt lliure i amb moltes ganes de viatjar…
Quan hi vagi m’agradaria visitar el lloc on va anar el Papa Francisco, quina coincidència que és digui igual que jo.

És normal que diguin que “QUÈ HI HA A PARAGUAI?” i em fa molta ràbia, però és la veritat, i fa mal.

Gràcies pel blog i per sentir-me bé.

Hola Francisco, gracias por tu comentario. Con un poco de ayuda de un traductor logramos entenderlo, es la primera vez que nos escriben en catalán. Nosotros creemos que en cualquier lugar “hay cosas para hacer”, incluso, en los que tienen menos fama, uno puede llegar a descubrir cosas que ni imaginaba. Gracias nuevamente por tus palabras. Abrazos catalanes.

Muy interesante y ùtil. Las fotos buenìsimas. Éxitos, felicitacones y gracias…

Hola Rosa María, nos alegra que te haya resultado interesante y de utilidad la información que compartimos. ¡Muchas gracias!

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